«Autobiofilmografía a los 30»: sinopsis y reglas del juego

El pasado 24 de diciembre escribí un post titulado Autobiofilmografía a los 30: se aproxima una batalla. Desde aquel día, llevo librando fuera de campo (para los que no sois del mundillo audiovisual, es aquello que se intuye pero que queda fuera del encuadre y no se ve directamente) pequeñas luchas internas y externas día a día. Luchas por el cambio, esas tres palabras que tanto les gusta pronunciar a nuestros queridos políticos.

Enfrentarse a los recuerdos de la infancia y la adolescencia puede ser duro, pero realmente necesario si no quieres tropezar siempre con la misma piedra y ser un infeliz toda tu vida. Y es que, aunque muchos de vosotros penséis que me va de puta madre porque eso es lo que parece en Facebook, no hay nada más lejos de la realidad. Aunque suene a tópico, la procesión va por dentro. Ojo, siempre me ha ido relativamente bien en lo profesional. Y tengo buena salud. Y muchísimos y grandes amigos. De eso no me quejo en absoluto. Donde nunca me ha gustado como soy es en las relaciones sentimentales y familiares.

Han sido y están siendo meses muy duros. Probablemente he llorado más en los últimos meses que en los últimos diez años. Tenía un nudo que algún día debía deshacerse de alguna forma. Todo el mundo me dice que estoy muy delgado. Y efectivamente, hace una semana pasé por la báscula, y desde que soy adulto nunca había perdido tanto peso. Pero tranquilos: llevo toda la semana atiborrándome para recuperar carnes, y hago ejercicio de forma regular. Paconan, aunque a pasos lentos, sigue en camino. Y me encuentro mejor que nunca. Como si realmente hubiese resucitado y estuviese viviendo una segunda adolescencia.

Desafortunadamente, sigo sin tener cámara propia como era mi deseo en aquel post de diciembre. Este país funciona como funciona, y entre unos y otros aquí nadie paga. Aunque sigo confiando en la gente y espero ir cobrando este mes. Mientras tanto, un alumno que además es una grandísima persona me ha prestado una Go Pro Hero 2 para que pueda empezar hoy mismo a rodar mi proyecto rodeado de zombies hambrientos.

Este sábado 2 de junio, en mi cabeza, gritaré eso de ¡acción! para mí mismo. Os dejo con la sinopsis y con las reglas, que me enrollo más que una persiana.

SINOPSIS
La crisis de los 30. La separación de tus padres por orden de un juez. La sombra de un padre alcohólico y con dos caras. Todo un rebaño de ponys, y dos listas de objetivos por cumplir.

Para el que no sepa a qué me refiero con «pony», aquí entenderá de qué se trata.

Ponys de David Planell por hamletprimero

1- Lo más importante es el espectador. El proyecto ya es demasiado egocéntrico de por sí como para olvidarme de que debo contar una historia con un protagonista, un planteamiento, un nudo y un desenlace. Además, ya he desarrollado algunas partes y os prometo que ni mucho menos van a ser todo penas. Todo lo contrario: el principal objetivo es que me sirva como proceso de curación de heridas del pasado. Aunque suene a ñoño, quiero que sea un canto a la vida.

2- Intentar hacer todo solo en la medida de lo posible. Lo siento, amigos actores y amigas actrices. Lo siento, amigos guionistas y amigos cámaras y amigos sonidistas. Es probable que os acabe pidiendo ayuda a algunos de vosotros en momentos concretos. Pero esto es algo muy íntimo. Como un autor desahogándose en una canción o un novelista desgranando la historia de una vida. Afortunadamente, me manejo bien en casi todo el proceso de una obra audiovisual. Y aquellos aspectos que no domine, intentaré dominarlos. Lo que me lleva a la tercera regla.

3- Si Amenábar compone bandas sonoras, yo también puedo. Mi historia con la música empezó muy pronto. A los 8 años mis padres me compraron mi primera guitarra. Yo era un niño despierto y aprendía muy rápido. En apenas tres clases ya dominaba un par de canciones. Lástima que el maravilloso y excelentísimo ayuntamiento de mi pueblo decidiera suspender las clases de guitarra dos semanas después de que empezara mi aventura musical. No volví a tener una guitarra hasta los 23, que me dio por intentar aprender otra vez. Sigo siendo un patán y apenas domino unos cuantos acordes básicos, pero este proyecto me va a servir para quitarme de una vez la espina de componer algo propio. Aunque me lleve dos años hacerlo.

4- No hay nada que temer, salvo al propio miedo.

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