Según la Real Academia Española (en adelante, RAE), el miedo (del lat. metus) tiene dos acepciones:
1) Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.
2) Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea.
Así, con estas dos líneas, despacha la RAE una de las palabras clave que gobierna nuestras vidas. Porque no nos engañemos: el miedo es el principal escollo que nos separa de ese futuro mejor e hipotético que barajamos continuamente en nuestra imaginación, tanto a nivel individual como a nivel colectivo. Da igual que queramos ser pilotos de Fórmula 1, astronautas, empresarios, guionistas, directores de cine, o vivir en una huerta sembrando tomates para hacer gazpacho con nuestras propias hortalizas. Da igual que queramos tener mejores condiciones salariales, un sindicato que funcione de verdad, o un gobierno que no se ría de nosotros.
El miedo es lo que separa a los triunfadores del resto de humanos miedicas que vivimos nuestras vidas esperando a que nos toque la lotería o a que la vida nos regale lo que nos debe. Muchos tenemos miedo a la oscuridad, otros a las arañas, a los insectos en general, o incluso a los perros, que se supone que son los mejores amigos del hombre.
Tenemos miedo a nuestro padre, a nuestra madre, a nuestra pareja, a nuestro jefe, a nuestro alcalde, a nuestro gobierno. Tenemos miedo a hacer el ridículo, miedo a hablar en púbico, miedo a exponernos demasiado, miedo a que nos juzguen, miedo a fracasar, miedo a siquiera intentarlo…
Miedo a las medusas, a los erizos de mar, a montar en moto o en avión, a tirarnos haciendo puenting y que se rompa la cuerda, al daño físico o emocional en todas sus manifestaciones.
El miedo está presente en todos los ámbitos y en todas las personas. Todos tenemos miedo a algo: a perder el trabajo, a perder la casa, a perder dinero al montar una empresa, a no tener talento para la profesión que nos gustaría desarrollar, a no estar a la altura, a perder una oportunidad mejor por quedarnos como estamos…
Tenemos miedo de enamorarnos, miedo a desenamorarnos, miedo a que nos dejen, miedo a la soledad, miedo al compromiso, miedo a tener hijos y ser malos padres, miedo a no tener hijos y morir sin descendencia, miedo a esa conversación que puede doler, miedo a escuchar lo que no queremos oír…
El miedo es el principal causante de nuestras frustraciones. Es inherente al ser humano, y si no se controla, se va acrecentando con el paso de los años. Cada pequeña derrota en el ámbito familiar, laboral o de pareja, le da mayor ventaja al miedo para hacernos más pequeños.
Nuestra personalidad, hasta donde sabemos, es una mezcla entre la herencia genética y el entorno en el que vivimos. La predisposición genética a ser optimista y valiente hace que algunos nazcan con mejores cartas que otros; en cuanto al entorno, no hay mucho que decir. Todos sabemos la importancia de crecer en un ambiente en el que el miedo se quede a un lado, arrinconado y sin fuerzas. Si a la seguridad emocional se suma la seguridad económica, es un poco más fácil: te ha tocado empezar la partida con un par de ases; quizás tienes incluso un póker de ases en cuanto se enseñen las primeras cartas de la partida. Sin embargo, a la mayoría nos tocan unas cartas de mierda, y tenemos que intentar sacar el máximo partido de ellas aún sabiendo que para ganar lo tenemos más difícil.
Por supuesto, es posible luchar y vencer al miedo a pesar de haber nacido y crecido en ambientes hostiles: incluso si tienes malas cartas, hay que pensar que todo es posible. De hecho, enfrentarse a los miedos es lo que hace a una persona fuerte y lo que le hace libre. Y con libre no me refiero a no tener responsabilidades. Me refiero a libre en el sentido de vivir como se quiere, y no como el miedo te dicte en cada momento. Esa debería ser nuestra mayor aspiración en la vida: enfrentarnos al miedo cada vez que nos encontremos con él. No para ser temerarios e irracionales, sino para ser libres, y para no lamentarnos de no haberlo intentado al menos.
En esas estoy yo ahora: en conseguir enfrentar al miedo y hacer de una vez los proyectos que llevo aparcando durante los últimos años por una u otra razón. No es fácil. Nada fácil. Pero, ¿acaso eres un gallina, McFly?
http://www.youtube.com/watch?v=uq3ls–AxEE